Ahora que estamos abrumados por la sucesión de olas de frío puedo disfrutar de algunos de esos momentos breves pero intensos que tanto me gusta saborear. Se trata de la salida del trabajo tras el turno de noche. Resulta que los vestuarios están fuera del hospital, en un pequeño edificio situado entre el hospital de adultos y el maternoinfantil. A mi me queda a unos cincuenta metros. Después de haber trabajado diez horas sin dormir sometido al malsano calor de la calefacción, salir afuera a las ocho de la mañana, ataviado con un simple pijama de enfermero (tela más bien fina, manga corta) es toda una experiencia. Palma no es una ciudad excesivamente fría, pero la humedad que le otorga el mar hace que la sensación térmica sea má acusada, por no hablar de la capa de escarcha con la que muchas mañanas se despiertan los vehículos.
Salir a la calle en manga corta, viniendo de la calefacción, es como una bofetada que espabila los sentidos y me otorga, al menos a mí, un gran bienestar.
3 comentarios:
JEJEEJ!!! te entiendo muy bien, esa bofetadilla de aire frío para despertar los sentidos resulta satisfactoria. Ahora bien, cuando tienes la calefacción del despacho estropeada, vives en un ático que no se termina de calentar nunca y además te has criado en el caribe, la bofetada friolera mañanera empieza a ser un auténtico incordio ¡QUE FRIO, REDIÓS!.
Un saludico de pingüina!
Vamos a ver, una cosa son los cincuenta metros de camino al vestuario, y otra quedarte tres horas ahí quieto, que entonces es cuando el frío cala. Aunque bueno, como no soy nada friolero, pues sopy capaz de todo (cuando la nevada del 2005, ahí estaba yo paseando en maga corta por el aparcamiento del hospital).
Pingüina? Pos yo debo ser león marino o algo así.
JAJAJA!!! Súper pingüina! jejej!
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