Cuando a alguien que por el motivo que sea no puedes soportar le va algo mal, es inevitable sentir un cierto placer insano (insano por placer, placer por insano). Luego te autoimpones la indiferencia o incluso la lástima, pero ese primer instante de regocijo es inevitable, y sigue ahí corriendo, subterráneo (y no quiero decir con ello que los sentimientos, ya pasados por el filtro de la razón, que vengan luego no sean sinceros).
3 comentarios:
Ay, qué buenos momentos da ese animalillo cálido y cariñoso llamado rencor. ¿Se refiere su entrada a alguien que yo también conozca y cuya desgracia pueda paladear entusiastamente?
Natural, como la vida misma.
Pens, citando a Nietzsche: humano, demasiado humano, jejeje.
Horrach: no tiene que ver con alguien a quien usted conozca, pero ya le contaré la historia, que es jugosa y sé que le gustará. Es sobre un futuro ex primo político mío, en cuya caída hemos averiguado un montón de sórdidos detalles.
Y también, porqué no, está detrás el culebrón del aparcamiento (eso de que cada vez que intentan cobrarnos se monte un pollo de alguna clase y tengan que echarse atrás nos tiene al personal del hospital casi levitando, jejej).
Saludos.
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