¿Dónde ha quedado aquello de que el cliente siempre tenía la razón? Y no es que se trate de tragar con todo, no es una dictadura del cliente, sino que ese lema nos recordaba que el centro de la mayor parte de actividades es el cliente. Pero parece que ya no es así. Ahora lo que importa es la dirección y sus decisiones. Y aunque se supone que esas decisiones en última instancia son para mejorar los servicios, la realidad es muy otra (¿son imaginaciones mías o de cada vez la atención en muchos ámbitos es peor, más despersonalizada, más diluida y menos efectiva?). Y no se te ocurra señalar la desnudez del rey, que serás un "subversivo" y hasta pondrán en marcha cazas de brujas.
Desmoralización, parálisis, nihilismo. A veces uno ya no sabe para qué se trabaja, si para lo que nos han dicho, o si en realidad hay una agenda oculta (esto al menos le dotaría de cierto sentido a las cosas, lo cual sería un consuelo).
3 comentarios:
El otro día en la prensa indígena leí algo vinculado a lo que señala usted. Se ponderaba a los negocios locales (terreno trillado entre las almas pías ponerlos por las nubes porque son locales), avisando que se van cerrando todos ellos por una u otra circunstancia. Al final se decía que la clave era, agárrese, que el cliente NO CUIDABA bien este tipo de negocios... O sea, nada de que el negociante se adapte de alguna manera al cliente, pues al fin y al cabo, por mucha coartada romanticona que se le quiera poner, estamos hablando de comercio. No, el que tiene que cuidar y mimar es el cliente, una especie de medio ser que no tiene otra opción que seguir los especiales designios de la tendera payesa o del espardenyero pallisa (incluyendo horarios caprichosos y precios disparatados con la excusa del 'producte balear'). Vamos, que no nos merecemos ser clientes de estos comercios tan sugerentes y especialitos donde se nos dirá lo que tenemos que comprar, cómo y cuándo.
Igual que en el cine español, cuyo problema de siempre no es la escasa calidad de sus productos (culturales, sí, pero productos) sino que el público, imbécil de él, no sabe valorar los platos exquisitos que le sirven en las salas. Vamos, que 'no mimamos' a estos maravillosos cineastas como ellos merecen, de ahí que anden algo enfadados con nosotros.
O como en ese milagro de la gestión de nuestros próceres que es el nuevo hospital, donde si llamas mucho a los supervisores de guardia porque te ves desbordado e incapaz de hacer bien tu trabajo (o te hacen hacer cosas que no te corresponden y para las que no estás cualificado), te conviertes en sospechoso de sedición y te hacen veladas amenazas (el mundo al revés, en lugar de tener contentos a los usuarios, hay que contentar a los jefes, que soe olvidan de para quien trrabajan ellos y para quien trabajamos todos).
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