Y así tenía razón Platón al decir que para ser un verdadero médico, sería menester que aquel que decidiera serlo hubiere pasado por todas las enfermedades que quisiera curar y por todos los accidentes y circunstancias de los que hubiere de juzgar. Es razonable que cojan la viruela si quieren comprenderla. En verdad que yo me fiaría de uno de estos. Pues los demás nos conducen como aquel que describe los mares, los escollos y los puertos, sentado a su mesa y manjeando un barco de juguete con total seguridad. Lanzadlo a la realidad, no sabrá cómo arreglárselas. Pintan nuestros males como hace un pregonero con un caballo o un perro perdido: tiene tal pelo, tal altura, tales orejas: mas ponédselo delante, no por ello lo conocerá.
[...] Mucho nos prometen las artes que nos prometen mantenernos el cuerpo con salud y el alma con salud; mas tampoco hay ninguna que cumpla menos cuanto promete. Y en nuestra época, aquellos que ejercen esas artes entre nosotros muestran menos sus efectos que todos los demás hombres. Puede decirse de ellos, como mucho, que venden drogas medicinales, más que sean médicos, eso no puede decirse.
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