Junto a una excesiva tendencia al rasgamiento de vestiduras por cosas nimias o, si no lo son, sí de forma desproporcionada y vergonzante, observo atónito en el espíritu de la época una inclinación hacia el sobredimensionamiento de los muertos. Si se muere alguien más o menos popular, las muestras de dolor son exageradas en muchas ocasiones. Se montan veladas, altarcitos, homenajes..., y todo en una atmósfera de patetismo a flor de piel que resulta, cuando menos, ridícula.
Hemos perdido la escala, y lo pequeño se tiene por grande y viceversa. O eso, o ya no sabemos qué es lo que importa.
2 comentarios:
Si acaso, no encontramos una escala racional para sopesar las cosas, y nos dejamos llevar por una penosa tendencia al sentimentalismo que carcome cerebros. Tal vez por una añoranza del pensamiento mágico que todo lo percibe desde el infantilismo caprichoso y cuyo único fin es encontrar ídolos que nos rediman.
Para mí que nos aburrimos mucho.
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