Uno de los grandes aciertos de la teoría marxiana fue el de hacer ver que el capitalismo portaba en su propia dinámica el germen de su final. El gran fallo (grandísimo, que lastra toda la teoría y sus consecuencias) fue no ver, o no sospechar, que eso ocurre con todos los sistemas políticos, económicos, culturales, etc. ¿De dónde va a venir el fin si no es de uno mismo? Por supuesto que hay agentes externos, pero no son más que catalizadores de dinámicas internas, golpes de gracia y gotas que colman vasos. Además, le unió la decimonónica idea de progreso, y ahí se forjó su fracaso, latente desde su mismo nacimiento.
Y en definitiva, nada de esto es nuevo y ya Anaximandro dejó traslucir la misma idea de fondo (si bien es cierto que en otro plano) hace veintisiete siglos: "a partir de donde hay generación para las cosas, hacia allí también se
produce la destrucción, «según la necesidad; en efecto, se pagan
mutuamente culpa y retribución por su injusticia, de acuerdo con la
disposición del tiempo»".
No hay comentarios:
Publicar un comentario