Cuando contemplamos viejas fotos, nos sentimos ridículos, no nos reconocemos enfundados en las antiguas modas. Sí, somos nosotros, más jóvenes, con más pelo, con otro peinado. Pero nos vemos extraños, como si aquello fuera otra persona, como si alguien nos hubiera usurpado de nosotros mismos. Son momentos de rara enajenación. Por eso a muchos no nos gusta ver viejas fotos. Por eso no nos gusta ni hacérnoslas.
1 comentario:
Yo creo que depende del punto de vista con que lo mires. A mí me gusta ver mis fotos antigüas. Suelen ser buenos recuerdos y lo pienso así: "la que tuvo, retuvo".
Algo bueno siempre queda y si no, algo nuevo siempre hay.
Publicar un comentario