Las épocas de cambio son confusas, en ellas se arrastran cosas del pasado que chocan con las nuevas costumbres, creándose una especie de esquizofrenia a muchos niveles. En el caso de los cambios relacionados con la mujer, la esquizofrenia es más pronunciada, porque afecta a estructuras y comportamiento muy profundos y arraigados. Y más cuando esos cambios se dan en un brevísimo espacio de tiempo, como es el caso español (donde hace apenar treinta años que se puede decir que los cambios son efectivos, si bien las tendencias venían de muy atrás). Debido a ello, las mujeres se encuentran con todo un abanico de derechos y posibilidades que antes no tenían, pero con el peso de siglos y siglos de tradición. ¿Y qué ocurre?, que no parece que sepan muy bien a dónde van, juegan, prueban (es algo normal, cuando tienes algo nuevo, lo toqueteas e intentas explorarlo), hacen y deshacen. Los hombrs, que también hemos de hacer ajustes para adaptarnos a la nueva situación, vamos un poco a remolque, porque básicamente son ellas las que han de llevar a cabo sus posibilidades, y estamos tan o más confusos que ellas, porque sus ensayos hacen que no sepamos a qué atenernos.
Y en esas estamos. Otros países, más versados en estas cosas, parece que han alcanzado un cierto equilibrio y serenidad, o al menos a sus mujeres no se las ve tan erráticas como a muchas de las de por aquí. Tienen más asumidos los cambios, o llevan más tiempo en ellos, o, simplemente, han sabido administrarlos mejor.
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