Dice la sabiduría popular (cosa que dudo mucho que exista, pero queda bien como manido recurso estilístico) que las desgracias nunca vienen solas. Y algo de razón debe tener el dicho, porque parece mentira la facilidad con que se confabula el personal para morirse al mismo tiempo, y, peor aún, para que te enteres casi a la vez. Ayer fue un día de esos complicados, de muertes varias, cercanas y lejanas que vienen en oleada, recordándonos a los que proseguimos en la inútil pero entretenida tarea de vivir que hay un punto final, que por mucho que desviemos la mirada y pensemos que nos queda lejos, la señora de la guadaña espera paciente.
Que pase el siguiente.
Que pase el siguiente.
2 comentarios:
Y vivir con esa idea no deja más remedio que vivir, lo más intensamente posible y no me refiero con esto a saltar en paracaídas y tonterías por el estilo, si no a profundizar en la propia existencia y disfrutarla.
Amén!
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