domingo, 16 de diciembre de 2007
Gourmet
Por etimología, la palabra sabio esta relacionada con el gusto, con el paladar. El sapiens, el que sabe, es aquél que sabe discernir y separar unas cosas de otras, que, en definitva, es capaz de distinguir los más variados matices en lo que le rodea. Nuestra civilización, tan apegada a lo visual, tuvo que acudir al gusto para denominar a los que se supone que son sus más altos ejemplares. Y esto no deja de ser otra más de las anomalías que nos alimentan. Tanto, que incluso muchos de esos sabios se han dejado llevar por esa ansia visual y colorista, quedándose en la distancia del mirar y el ver. Y, si algo nos debe enseñar la etimología expuesta, es que lo propio de la sabiduría es la proximidad y el contacto íntimo, que sólo se logra con el gusto. Se puede contraargumentar que el tacto también implica esa proximidad. Pero no, porque el degustar forma parte del proceso de ingestión y digestión, que, creo yo, es algo de vital importancia para el que aspire a sabio. Quiero decir, que por mucho que se sepa, si uno no se lo hace suyo (lo in-corpora, lo hace cuerpo), es un trabajo inútil.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
ok pero no entendí porque está esa foto ahí
Publicar un comentario