viernes, 11 de mayo de 2007

El espejo


A pesar del título del blog, no he hablado nada de los espejos. Esas láminas, en un primer momento de metal pulido, y luego de cristal, tan cotidianas, tal vez sean uno de los objetos que mayor número de reflexiones pueda generar.

En primer lugar, el hecho de tener espejos y de mirarnos en ellos ya es significativo. Implica que nos reconocemos en ellos. Y esto quiere decir que tenemos un concepto de nosotros mismos, es decir, que tenemos un Yo. Muy pocas especies son capaces de reconocerse ante un espejo (chimpancés, delfines y no recuerdo si hay algunos más). Todos nos hemos divertido viendo como un perro u otros animales se pelean con su reflejo. Esto se debe a que no se ven a sí mismos, sino a otro individuo allí ante ellos.

¿Pero de verdad nos vemos a nosotros mismos? Para empezar, nunca nos hemos visto la cara. Por la situación de nuestros ojos, no podemos vernos si no es utilizando artificios que nos devuelvan el reflejo. En principio esto vale para el aspecto externo, para nuestra superficie, para ver si vamos bien peinados, para afeitarnos bien, para ver si nos han salido granos o si el nuevo abrigo nos sienta bien. Muy a menudo preferimos mirarnos en un espejo a que otros nos digan su opinión (puesto que podrían engañarnos y hacernos entrar en su espiral dominadora). Pero al hacer esto nos estamos dejando llevar por una imagen que está ahí fuera, y que nos devuelve a un otro que resulta que somos nosotros. Y en este otro yo que tenemos ahí en frente encontramos un consuelo a nuestras existencias.

Tendemos a ver a los otros como personas completas. Se nos muestran como algo cerrado, completo, autónomo. Y nosotros no nos sentimos así. Somos problemáticos, llevamos en nosotros un abismo con el que cargamos a todas partes. Pero sólo lo sentimos en nuestro interior. En los demás no lo vemos. Y por lo tanto nos parecen entidades completas, enteras, realizadas. Y queremos ser como ellos. En parte eso es el motor que nos mantiene con vida, que nos impide arramblar con todos las benzodiacepinas del botiquín e irnos a dormir.

El espejo nos devuelve una imagen que podemos asimilar a la de los demás. Vemos ante nosotros a un ente entero, del cual no vemos su abismo. Y ese ente humano completo somos cada uno de nosotros. Y así, reconfortados, salimos a enfrentarnos al mundo, creyendo que portamos un poco menos de abismo. Pero claro, en cuanto abandonamos el espejo, la brecha se engrosa. Y tenemos que volver a asomarnos. Por eso hay gente que se está mirando siempre al espejo. Aunque sea con la excusa de retocarse el pintalabios.

1 comentario:

Jarttita. dijo...

Un espejo no te devuelve la imagen completa de tí. Es decir, a quien sólo tiene esa imagen, la física, pues sí.

A quien vale mucho más por dentro, pues no.

Y a quien no necesita ver más allá, tampoco. Además, no siempre existen las imagenes completas. Ni en los espejos Cóncavos.

Y mejor brillo, que barra de labios.