martes, 15 de mayo de 2007

Shiro Ishii y la Unidad 731


"La misión divina de un médico es tratar la enfermedad, pero nuestro trabajo ahora es totalmente opuesto a esos principios" (Shiro Ishii)

Las guerras que a lo largo de la historia han tenido lugar han sido un excepcional campo de pruebas y descubrimientos para la medicina. Las heridas producidas por las distintas armas han supuesto todo un desafío para los conocimientos médicos. Además, los prisioneros han supuesto para muchos ejércitos una fuente de sujetos para la experiemntación. El siglo XX, que nos ha aportado las guerras más mortíferas conocidas hasta el momento, así como la extensión de la guerra a las poblaciones civiles, no ha sido menos cruel y destructor en el ámbito médico. Las guerras recientes han generado médicos sádicos dispuestos a hacer toda clase de experimentos con cualquiera que cayera en sus manos. Todos hemos oído hablar de Mengele y sus investigaciones en Auschwitz. Pero hoy quiero apuntar en otra dirección, a otro país y otro médico menos conocidos y que hacen que Mengele parezca un santo a su lado. Se trata del Japón imperial y de Shiro Ishii y su Unidad 731.

Shiro Ishii nació en 1892 y destacó en sus estudios de Medicina, lo cual le abrió el camino para trabajar en los principales hospitales militares del Japón. Allí inició sus investigaciones en torno a los principios de la guerra química y biológica desarrollados en la primera guerra mundial. A finales de los años 20 viajó a Occidente para investigar al respecto. Sus experimentos empezaron en 1932, pero no fue hasta el 36 cuando se formó la Unidad 731. Bajo su dirección se contruyó un complejo de unos 150 edificios (más de seis kilómetros cuadrados, unos 3000 empleados) cercano a la ciudad de Harbin, en China. Oficialmente, el complejo se dedicaba a la investigación para la purificación del agua. Pero en realidad se estaba desarrollando el programa químico y bacteriológico japonés. En los años siguientes y a partir de 1942, miles de prisioneros y de civiles fueron sujetos a pruebas con las armas que los alemanes proporcionaban al imperio del sol naciente. Se les inoculaba la peste bubónica, ántrax, cólera y muchas otras infecciones. El grado de crueldad fue aumentando, así como los campos de interés que se estudiaban en el complejo. Se hacían autopsias en vivo para enseñar anatomía a los alumnos, se practicaban abortos, se sometía a los prisioneros a temperaturas extremadamente bajas, descargas eléctricas, se les amputaban órganos o partes de órganos para ver cómo sobrevivían, se les provocaban ataques cardíacos, eran sometidos a altas y bajas presiones hasta que sus cuerpos se deformaban... Incluso amputaban y decapitaban sólo para comprobar que sus espadas estaban bien afiladas.

Los prisioneros ni siquiera eran tales. Se les llamaba Maruta, es decir, troncos (objetos inertes, no humanos), y en su mayoría eran chinos, aunque también había coreanos, filipinos, y también prisioneros norteamericanos y europeos.

La unidad 731 no era la única dedicada a estos menesteres, hubo varios campos más, todos bajo el mando y la supervisión de Ishii. Y sus labores se extendieron a los pueblos vecinos, puesto que sus epxerimentos incluían la diseminación de los gérmenes en poblaciones, para ver si las bombas biológicas que diseñaban funcionaban como ellos deseaban. Se calcula que sólo en la unidad 731 murieron entre 3000 y 12000 personas, y nadie sobrevivió. Cuando la guerra estaba a punto de acabar, las autoridades ordenaron destruir los complejos de investigación para que no quedaran indicios de lo que ahí se había hecho. Pero no obstante la rendición nipona en 1945, Ishii siguió con sus planes, entre los cuales estaba llevar a cabo un ataque biológico en los Estados Unidos.

En uno de esos giros irónicos que da la historia, hay que señalar que los Estados Unidos capturaron a Ishii en 1946 y le ofrecieron la inmunidad a cambio de la información que había adquirido en sus años de experimentación con humanos. Ishii accedió, facilitando así la creación del programa de armamento biológico norteamericano. Ishii regresó a Japón con honores, y murió tranquilamente en 1959.

Más imformación y mejor: http://sgm.casposidad.com/prensa/u731.htm

5 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Joder, menuda historia. Gracias por descubrírmela, no sabía nada, y como uno dedica su tesis a cosas como esta, nunca está de más saber que existe un caso así.

Por lo que cuenta, creo que en el fondo lo que animaba a Ishii es lo mismo que a Mengele: el simple placer de torturar y destruir. La coartada médica no es más que eso, coartada.

Jarttita. dijo...

Hace poco me impresió una peli por algo parecido: El último rey de Escocia, creo que es. Resulta que a una mujer le cortan brazos y piernas y se las cosen pero al revés: las piernas en los hombros y los brazos en las caderas, a modo de castigo.

Y no puedo olvidar la imagen...no puedo ver esas cosas.

El Pez Martillo dijo...

El sapiens/demens es lo que tiene.

Es verdad que esto es algo poco conocido. Mengele y los nazis nos quedan más cerca y han ensombrecido a este señor, a pesar de los méritos que hiza para ser mundialmente famoso. Hasta en eso somos etnocéntricos. Prestamos más atención a la barbarie que hacen los rubios a la que cometen otros grupos raciales.

Anónimo dijo...

Horrendo todo ello, si teneis interes la pelicula japonesa que muestra el sadismo demencia.... no hay palabras para describirlo, de este personaje se llama los hombres detras del sol. En la mula podeis encontrar la version uncut totalmente en castellano, aunque eso si no es agradable de ver.

Saludos amigos: ozcyosb6878@yahoo.es

Anónimo dijo...

pues yo opto mas por este tipo d experimentos q a la experimentacion con animales.. aunq se caia en la crueldad y el sadismo los resultados eran mas efectivos. y aplicables directamente a la especie q tiene curiosidad por conocer esas cosas..