A menudo una música evoca en nosotros una escena. El cine nos ha acostumbrado a que determinados momentos estén ilustrados con música. Con ello se crea una atmóisfera distinta, se intensifican los sentimientos de la escena o se refuerza el carácter que tenga (violento, tierno, cómico...). A mi me pasa muchas veces que, a según que canciones, les tengo puestas imágenes concretas. Es algo así como jugar a ponerle una película adecuada para que puedan servir de banda sonora. He aquí uno de esos ejercicios. Poned en marcha la música, olvidáos del video y leed, intentando imaginar lo que mi mente ve con esta canción.
En primer plano tenemos la pata de una mesa. En el suelo, una mancha de sangre. Sangre que se desliza por esa pata para ir haciendo crecer la mancha. Poco a poco vamos subiendo por la pata, viendo como algún coágulo engrosa el reguero de sangre. Al llegar a la mesa, vemos como la sangre se acumula en torno al borde, queriéndose derramar, pero dejando que el filo la conduzca. Más atras, desenfocada, se intuye una melena rubia. Seguimos subiendo y enfoncando. Ahora vemos que tras la melena hay un rostro. Es una chica. Bella, joven. Muerta. Tiene los ojos abiertos en una mueca de terror. Está amordazada. Por detrás de la cara percibimos algún movimiento borroso. La cámara empieza a recorrer el cuerpo de la joven, que está desnuda y tiene un enorme corte en el abdomen. Mientras tanto, los movimientos borrosos de detrás se han acercado y vemos que hay un hombre con unos vaqueros manchados de sangre justo detrás de la mesa. Tiene el torso desnudo. El viaje de la cámara por la mesa nos descubre que a un lado del cuerpo hay un gran cuchillo de carnicero. Por supuesto, también tiene sangre. En una pequeña zona no manchada que aún mantiene el brillo original vemos aparecer el reflejo del hombre. Está relajado, es apuesto, guspo, dirían algunos, entonces empezamos a oírlo cantar...
... The sun ain't gonna shine anymore...
... una mano se cierra en torno a la empuñadura del cuchillo y un trapo lo oculta y lo recorre de abajo hacia arriba. Ahora la hoja resplandece, limpia ya de sangre. Vemos el reflejo mucho mejor. Pero en seguida podemos ver directamete la cara del hombre, que se ha acercado al oído de la joven muerta, y le canta...
...The moon ain't gonna rise in the sky...
...se incorpora, y le vemos cantar a todo pulmón, con una sonrisa beatífica en la cara, los brazos extendidos, blandiendo el cuchillo en su mano, a modo de macabra batuta.
La cámara se va alejando de la escena, dejándonos una panorámica de la cocina, que es donde se desarrolla. Salimos por la ventana, que está abierta, y poco a poco nos vamos yendo más lejos, abandonando una casita en medio del campo, en un paisaje idílico. Tan idílico como la música que se oye cada vez más lejos.
3 comentarios:
¡Genial! La música concuerda estupendamente con el texto...Una experiencia gratificante, si señor :)
En mi caso, de vez en cuando suelo ponerle música a los momentos (cuando pasa algo siempre se me viene a la cabeza determianda música, normalmente gracias a las asociaciones que comentas en el post...)
amigo Pez, ejem, ¿todo bien por casa? ¿La musa ok?
Las malas compañías, amigo, demasiados rabinos y doctores H cerca :-)
No sé qué tienen estas músicas antiguas (sobrertodo esas baladas lacrimógenas de finales de los 50)que cuadran muy bien con escenas macabras y violentas. Hay unas cuantas películas en las que funcionan a la perfeccción. A lo mejor es por lo bizarro de lo que se nos muestra y por lo extraño de esa música con esas imágenes.
Horrach, todo bien, no hi ha cap problema. A lo mejor es porque en el frenopático me han empezado a bajar la medicación.
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