Hay un tirano en potencia en todos y cada uno de nosotros. En muchas ocasiones, basta con que nos den una mínima oportunidad para que aflore. En cuanto nos sentimos investidos de cierto poder y autoridad, ahí que saltan los tics dictatoriales. La mejor forma de manifestar el poder, de hacer patente ante los demás y ante uno mismo esa autoridad, es caer en lo arbitrario. Una norma que no viene a cuento, una reacción desproporcionada, cualquier cosa que se salga de lo lógico/razonable/esperable. Si no se les pone freno, habrá un siguiente paso, o mejor dicho, se subirá un escalón.
A lo más alto de la escalera sólo llegan unos pocos. Muchos quedan en el camino, bien sea lastrados por los de "abajo" (con lo cual, la autoridad se demuestra como estéril), o arrollados por los de "arriba".
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