El franquismo no murió, simplemente se transformó, y todos, en una medida u otra, participamos de él. Ya no hay un poder único y autoritario, pero muchos ciudadanos (demasiados) se comportan como si lo hubiera. Sólo que, atomizada la vida política en distintos partidos, la gente es franquista de su partido. No importa lo que hagan sus líderes, la adhesión es inquebrantable, la defensa es airada y la propagación de consignas es plato común.
Al final, la democracia no ha sido otra cosa que una atomización, una pulverización del franquismo.
1 comentario:
¡AJA! y así nos va luego...
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