En el pórtico del templo de Apolo en Delfos, todos los que a él entraban podían leer la conocida máxima "Conócete a ti mismo", recogida por numerosos sabios y atribuida a tantos otros. La cuestión, en buena medida incómoda e inquietante, es si aquellos fieles que acudían al templo entendían lo mismo que nosotros por "ti mismo".
Nos empeñamos en establecer una continuidad de la historia, como si los acontecimientos se fueran sucediendo igual que los segundos que los abarcan, uno detrás de otro en infinita sucesión. Pero me atrevería a decir que la historia es algo más que una sucesión de avatares y personajes, que los cambios son más profundos y que llegan a hacer que las épocas sean inconmensurables las unas para las otras. Profundizando así el sentimiento de pérdida y de ruina.
3 comentarios:
Esa discontinuidad, creo, es lo que hace al mundo lo que es.
Con lo pequeñitos que somos respecto a la inmensidad del planeta que habitamos, ya sólo por una cuestión geográfica, es muy difícil abarcar la historia como una unidad continua pues pueden estar ocurriendo cosas muy dispares en distintos lugares y diferentes momentos, con consecuencias muy distintas que son las que, al final, se convierten en historia.
Uuuufff! que patino...
Salud!
La discontinuidad nos hace humanos!!
¡Sastamente!
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