lunes, 7 de enero de 2013

Permanencias

Tengo la manía de no borrar a nadie de mis contactos del móvil. Toda persona y número que, por h o por b, ha entrado en su memoria, ahí se queda. Aparece hasta el teléfono de aquél restaurante que una vez apunte para reservar mesa, y al que nunca he vuelto a ir. Y también, por supuesto, están ahí gentes con las que he perdido todo contacto hace años (y digo yo, ¿cómo perder contacto si el teléfono está ahí, a la mano?), pero que permanecen como fósiles de tiempos pasados. De entre todos ellos, en los últimos días me he percatado de algo interesante. 

Resulta que, recién terminada la carrera, trabajé en una empresa de cuidados a domicilio. Durante más de un año fui a casa de una señora para ayudarla con la higiene y las curas de su anciano hermano, demente y postrado en cama. Como no todos los días podía ir a la misma hora, o a ella no siempre le venía bien que fuera (el estado del hermano no siempre aconsejaba que lo mareáramos mucho), teníamos nuestros teléfonos para estar en contacto. El señor murió a principios de 2001 (y esto es una historia que en otro momento debería contar, porque tiene su cosa), y desde entonces el contacto se fue perdiendo. Al principio la visité alguna vez a su casa, o ella me invitaba a un café y charlábamos, pero de cada vez menos hasta dejar de saber sobre ella. 

Entre tanto, han irrumpido los smartphones y los programas para enviar mensajes entre móviles aprovechando su conexión a internet. En ellos tienes un perfil y puedes poner una foto. Y el otro día, revisando a ver si alguien nuevo se había hecho con la aplicación en cuestión, me encontré con que en el número de aquella señora aparecía la fotografía de un jovencito imberbe en primer plano. Mi interpretación es que la señora, que ya cuando perdí contacto con ella rondaba los 80, había muerto, y que su número de teléfono móvil, vacante, había pasado a otra persona. A alguien que se ha estrenado en esto de los móviles. Creo que es la primera persona muerta que tengo en mi lista de contactos del móvil.

Y así, un número que ahora es de otro individuo, sigue en la tarjeta sim de mi móvil con el nombre de su anterior propietaria y con la foto del nuevo dueño, en una extraña intersección entre alguien que conocí que ya no está, y alguien que está pero que no conozco. Está bien así, y no lo pienso tocar.

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