miércoles, 18 de junio de 2008

Superposición y proyección


Las ciudades con siglos de historia a sus espaldas, como Palma (dos mil y pico años desde su fundación romana, aunque se sabe que antes ya había algún poblado), se han ido formando por aglomeración y superposición de lo que las distintas épocas han ido dejando allí. Así, conviven edificios antiquísimos con la vanguardia arquitectónica. A pesar de ello, cada época ha destruído al mismo tiempo que ha construído, hasta el punto de que se puede establecer un balance destructor-contructor para cada una de ellas. Hay cosas que nadie echará de menos, pero hay otras que adquieren con los años cierta tonalidad sentimental para la población, y que, en caso de ser eliminados, constituyen una auténtica herida para la ciudad. Un caso que todos los palmesanos recordarán es el reciente derribo del "pont des tren", motivo de protestas ciudadanas que terminaron con su reconstrucción (que, dicho sea de paso, aunque exteriormente sea igual, le falta algo, no es el mismo). Dentro de años o siglos, a lo mejor nadie recuerda ese puente, y lo más seguro es que no signifique nada para nadie. Pero puede que haya dejado su huella, y que esté ahí sin estar. Porque en cierto modo, todo lo que una vez ha estado sigue ahí, proyectándose.

Me llama la atención lo mal que se destruyen las cosas. En muchos casos, cuando se derriba algo, se deja algo sin desmontar, algo que más tared se npodrá encontrar. Y no se trata de pequeños restos, sino que a veces es posible que apoarezcan estructuras enteras. Otro ejemplo palmesano reciente fue el hallazgo de los sótanos de un viejo hotel en la plaza de la Constitución cuando se empezó a excavar para unos aparcamientos. Lo más curioso de todo es que el hotel apenas hacía cien años que había estado allí, y no quedaban demasiados testimonios de su existencia. Un poco más allá, en lo que ahora son unos jardines al estilo de los de la Alhambra (mucho más cutres y modestos, la verdad sea dicha), se levantaba el Teatro Lírico (otra de esas heridas que la ciudad tiene). Y justo al lado, otras obras (de otros aparcamientos, los arqueólogos e histriadores nunca deberían estar lo suficientemente agradecidos a los consistorios municipales) sacaron a la luz un antiguo puente árabe. Todas las ciudades tienen restos así, y a nadie deben sorprender. Y sin embargo, los subsuelos a veces nos deparan agradables sorpresas, aunque, bien vistas, no lo sean tanto.

Quiero referirme a un hallazgo inesperado que tuvo lugar en la década pasada. En unas obras de restauración de un pequeño patio interior situado en una manzana junto a la plaza de Juan Carlos I (antes Pío XII, pero más conocida como la plaza de las tortugas, ya hablé de ella en cierta ocasión) aparecieron una viejas piedras. Tras estudiarlas, se llegó a la conclusión de que pertenecieron a un teatro romano del cual no se tenía demasiada constancia. Poco a poco fueron cuadrando los datos y apareciendo las evidencias. Y es que resulta que las paredes y estructuras de las casa construidas encima suyo, tienen una distribución radial en torno a un centro (que más o menos estaría en ese patio), como un abanico desplegado, adoptando esa forma semicircular que todos asociamos a los teatros romanos. Por lo que se pudo desenterrar, parece que está bastante bien conservado. La pregunta que se me plantea es cómo no acabaron con ese edificio antes de construir, cómo es posible que se pueda edificar conservando casi intacto lo que hay debajo. Es como si el viejo teatro no quisiera desaparecer y proyectara su imagen, desde su entierro hacia el exterior. O como si los que levantaron sus construcciones no quisieran que desapareciera del todo.

En muchas ciudades actuales se pueden rastrear viejas estructuras según el trazado de algunas calles y edificios. Son señales que quedan del pasado que en muchos casos no sabemos descifrar, hasta que un buen día llega la excavadora y se topa con algún pequeño tesoro, mostrando la superposición. A modo de anécdota, señalaría que justo encima de ese teatro romano hay en la actualidad un establecimiento de una famosa cadena de comida rápida que empieza por M y que tiene a un payaso como símbolo, y que tal vez sea tan popular para la Palma actual como lo fue en el pasado aquel teatro (y también, hoy como antaño, es un punto de encuentro para los palmesanos). Cambian las formas y los estilos, pero aquel lugar sigue manteniendo una cierta aura.

1 comentario:

Johannes A. von Horrach dijo...

Sobre el caso que comenta de esas piedras-teatro romano cerca de la plaza Joan carles I, creo que al final todo se quedó en nada. Si no me equivoco, se descartó, no se si por interés, que tuviera que ver con una ruina interesante.