La noche debilita los corazones y el alcohol abre compuertas (casi) selladas. Si se combinan, puede haber estragos. Resulta que algunas veces, cualquier tontería, circunstancia, comentario o recuerdo hace que se entre en barrena, y cosas y gentes a las que hacía tiempo que no se les dedicaba ni un segundo, de pronto resucitan. Y para ello han de remover tierra y abrir fosas. Y puede ser que los cimientos queden tocados, amenazando ruina a todo el edificio (en realidad, nada nuevo). Los más inhóspitos desiertos pueden albergar grandes corrientes en sus subsuelos, que tarde o temprando acaban brotando. Los cauces secos son peligrosos, procuremos no elevar nada sobre ellos.
La otra noche afloró una vieja canción que hace tiempo que no recordaba, de la forma más tonta, y de la celebración pasé a la elegía. Dejemos que suene la música, que las palabras se me acaban:
Bunbury. Aunque no sea conmigo.
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