jueves, 5 de junio de 2008

Frikis de antaño


En las ciudades actuales se echan en falta esos personajes populares que les dieron ánima. Me refiero a esos individuos peculiares, que vivían en cierta marginalidad y muy a menudo con sus facultades mentales transtornadas. Eran fáciles de reconocer, porque acostumbraban a vestir de forma llamativa y tenían comportamientos extravagantes, y se los conocía por algún mote a veces malintencionado. A pesar de ello, eran más o menos populares y contaban con el cariño y la compasión de sus conciudadanos (paralelamente a cierto desprecio, todo hay que decirlo), que aún todavía los recuerdan. Algunos casos eran dramáticos, ya que tras su locura se escondían historias trágicas (normalmente amorosas). Eran algo así como la versión urbana del tonto del pueblo, blanco de burlas y de aprecio a partes iguales.

Vienen a mi mente algunos ejemplos, como la barcelonesa Moños, que allá por los años 30 y 40 paseaba sus estrafalarios peinados, vestidos y maquillajes por las ramblas. Incluso se le llegó a dedicar una película en los 90. En Palma también teníamos nuestros personajes populares propios. Gracias a los recuerdos familiares, he sabido de dos de ellos, que fueron conocidos allá por los 50: en Nicolau Marieta y na Bel Rollet. Nicolau Marieta era un señor mayor, que vendía calcetines por la calle. Por lo visto se peinaba con un rizo en la frente, como Estrellita Castro, con lo cual subrayaba un afeminamiento más que evidente por sus gestos y su forma de hablar. Su apelativo también hacía hincapié en esa pecularidad, porque su traducción no es otra que "Nicolás el mariquita". Además, piropeaba a todos los hombres que se le cruzaban, llamando la atención sobre la mercancía que vendía.

Na Bel Rollet, al parecer, lucía un peinado tipo Dama de Elche o Princesa Leia, con dos trenzas enrolladas a los lados de la cabeza (de ahí su apodo, ya que rollet quiere decir rollito), y parece que gustaba de dar de comer a las palomas de la Plaza de España, esperando a que la estatua del rey Jaime I se bajara de su caballo y le pidiera matrimonio (ella creía que el rey medieval era su héroe, y afirmaba que volvería para casarse con ella).

También hubo un tal Matsetzes, del cual sólo me ha llegado el nombre y alguna semblanza a través de esas batallitas de abuelo que tanto nos aburren de niños y que luego de mayores tanto nos gustaría recordar. En cualquier caso, estos personajes dieron vida y color a la ciudad, en épocas en que no había la población ni el ajetreo de ahora. A buen seguro que hoy en día también hay personajes de estos, pero quedan circunscritos a pequeñas zonas, a barrios, o, simplemente, a personas observadoras que miran un poco a su alrededor. Recuerdo, por ejemplo a dos señoras muy ancianas pintarrajeadas que iban siempre cogidas del brazo y que se movían no hace muchos años por donde vivía. O un señor, también muy mayor y con el pelo teñido de rubio, que no duda en echarte la bronca si te oye hablar en castellano. O una prostituta de la calle Sindicato, fea como ella sola, a la que en casa apodábamos Miss Sindicato. Personajes llamativos que comparten la ciudad con nosotros, y que acaban convirtiéndose en una parte esencial de ella, recordada y entrañable.

Lo más parecido que viene a mi cabeza a estos individuos son los frikis televisivos. Esos dementes que provocan risa y lástima al mismo tiempo, y de los que nos reímos a placer (el filtro de la televisión hace que no lleguemos a desarrollar la afectividad que sí parecían aglutinar los otros), a menudo con crueldad. Me refiero a los pozis, risitas, Carmen de Mairena y demás fauna. Sí, tal vez sean los Nicolau Marieta de nuestro tiempo.

5 comentarios:

PENSADORA dijo...

Mira tú! aquí en "Güesketa" seguimos teniendo personajillos de estos. En especial, sigue dando mal nuestro inestimable LEJIAS, un legionario al que amputaron una pierna y que, según se dice, está forrado por la pensión e indemnización que le pagaron. Sin embargo este hombre recorre las calles de Huesca pidiendo limosna para beber y suele meterse con las mujeres, lo que hace pensar que debió sufrir algún desengaño grave.
Siempre me río cuando paso delante de él porque siempre me suelta ese "¡morenazaaaaa!!!" que tanto sube la autoestima.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Es verdad eso de que ante estas personas no sabes si reír o llorar. Uno intuye que bajo esa fachada artificiosa, estrafalaria y fabricada a golpe de deseos truncados, se esconden fracasos, chacos, habladurías y muchas desilusiones. Hasta que uno decide liberarse y exhibir sin complejos el personaje o la caricatura que todos llevamos más o menos dentro, como hizo Alonso Quijano El Bueno cuando se cansó de ser bueno. El personaje y la persona a menudo se confunden.

Aquí en mi pueblo está La del Sartenazo, llamada así porque hace unos años le dio un sartenazo a su marido, no sabemos si merecido o no. También está un chico que dicen nació partido (primero la cabeza, hasta el tronco, y luego las piernas; o al revés; este punto aún no se ha aclarado del todo), que en pleno agosto lleva jerseys de lana (hasta que algún chavalín entrometido le dice que se va a asar de calor; entonces se lo quita) y que desde hace unos años abre camino en los entierros, llevando la cruz delante. Anda muy deprisa, como si las piernas fueran por un lado y el torso por otro (lo cual hace creíble la leyenda de su nacimiento por partes) y el cura le tiene que llamar repetidas veces la atención chistándole desde detrás para que no vaya tan deprisa con la cruz y espere el cortejo fúnebre. O está mi tía Juana, que siempre lleva en el bolso unas bragas limpias (ella siempre insiste en que son limpias cuando las saca en plena calle) para limpiarse el lagrimal, que lo tiene un poco flojo, la pobre.

(Este post último enlaza con el anterior de Manías. Dime qué manías o rarezas tienes y te diré cómo eres, podía ser el dicho)

El Pez Martillo dijo...

Estos personajes a veces también dan miedo. Seguro que la primera vez que a Pensadora el lejías le dijo eso de "¡Morenaza!" la sobresaltó un poco, al menos hasta que vio que el tipo era inofensivo.

Javi, me encanta la imagen que relatas de los entierros, muy de película cómica.

Saludos a los dos.

PENSADORA dijo...

Pues sí pez, dí un brinco que casi doy con el tope del cielo... jejeje.