De forma irónica suelo decir que soy un cinéfilo no practicante. Más que nada por falta de tiempo (la vida moderna, que no nos deja ni dos horitas para relajarnos ante la pantalla). Pero últimamente, no teniendo ya que dedicarme a la tesis, he ganado mucho tiempo, y estoy volviendo a la senda del cine. Así, y a raíz del reciente fallecimiento de Bruno Ganz, me puse El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987), cinta que tenía en la lista de lo por ver desde hacía tiempo. Fue toda una revelación. Más allá de la película en sí, la sensación que me dejó fue la del tiempo perdido: ¿cómo es posible que no la hubiera visto ya?.
Se trata de una deliciosa historia de ángeles que contemplan las vidas humanas sin apenas poder intervenir en ellas y sienten cierta envidia de nosotros porque a sus vidas (eternas) les falta color (de hecho, cuando se nos muestra su perspectiva, la película es en blanco y negro) y matices. Sin embargo, a veces les surge algún chispazo de sentimiento y pueden "caer" al mundo mortal y "disfrutar" de la humanidad. Además de la hisoria, las reflexiones y diálogos entre estos seres sobrenaturales, la fotografía, o los escenarios constituyen una combinación de una belleza poética difícil de resistir. Y por encima del relato en sí, está la ciudad de Berlín: decadente, deprimida aún por la guerra, dividida (rodada en 1987, el muro está muy presente), pero hermosa, viva y sugerente. Se trata, sin duda, de un canto a la capital germana. Y luego está Nick Cave y su trouppe (si son seguidores, ya se habrán dado cuenta de que aquí es devocion lo que se seinte por él) que ponen la banda sonora y aparecen al final haciendo de ellos mismos en un concierto en el que se produce el desenlace de la película al son de From her to eternity.
Hay una segunda parte de 1993, ¡Tan lejos, tan cerca!, con la ciudad ya sin muro y en auge, que abunda en los vaivenes y conflictos de estos seres angélicos, pero que para mi gusto ha resultado menos deliciosa que la primera y la ensombrece. De cualquier modo, también es recomendable.
Se trata de una deliciosa historia de ángeles que contemplan las vidas humanas sin apenas poder intervenir en ellas y sienten cierta envidia de nosotros porque a sus vidas (eternas) les falta color (de hecho, cuando se nos muestra su perspectiva, la película es en blanco y negro) y matices. Sin embargo, a veces les surge algún chispazo de sentimiento y pueden "caer" al mundo mortal y "disfrutar" de la humanidad. Además de la hisoria, las reflexiones y diálogos entre estos seres sobrenaturales, la fotografía, o los escenarios constituyen una combinación de una belleza poética difícil de resistir. Y por encima del relato en sí, está la ciudad de Berlín: decadente, deprimida aún por la guerra, dividida (rodada en 1987, el muro está muy presente), pero hermosa, viva y sugerente. Se trata, sin duda, de un canto a la capital germana. Y luego está Nick Cave y su trouppe (si son seguidores, ya se habrán dado cuenta de que aquí es devocion lo que se seinte por él) que ponen la banda sonora y aparecen al final haciendo de ellos mismos en un concierto en el que se produce el desenlace de la película al son de From her to eternity.
Hay una segunda parte de 1993, ¡Tan lejos, tan cerca!, con la ciudad ya sin muro y en auge, que abunda en los vaivenes y conflictos de estos seres angélicos, pero que para mi gusto ha resultado menos deliciosa que la primera y la ensombrece. De cualquier modo, también es recomendable.
1 comentario:
Tomo nota, que no la he visto.
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