miércoles, 22 de julio de 2015

El olímpico amateur

Hace tiempo que se nos ha ido de las manos lo de hacer ejercicio. No vamos a negar que el deporte está bien, que te hace sentir mejor y que ayuda a mejorar algunos aspectos de nuestra salud (o al menos a que tarden más en empeorar). Yo mismo soy el primero que el día que por lo que sea no puedo ir al gimnasio tengo remordimientos. Pero esto de ponerle nombres resultones a los deportes (llamar running al correr de toda la vida), aderezarlo todo con aparatitos (pulsómetros molones con mil y una posibilidades) y medidas dietéticas (lo de los batidos de proteínas tiene delito, y no hablemos ya de las barritas energéticas), como si fuéramos deportistas de élite, entra en el terreno de lo pedantesco. Si además le añadimos la compulsión a hacer careras cada vez más largas y complejas (10km, media maratón, maratón, ultratrail, triatlon...), ya entramos en lo patológico. Dirán que si la superación, que si los retos, que si los límites... Como si sólo los que hacen estas cosas se superan, exploran sus límites y se retan. 

El otro día, a modo de provocación, plantee a un colega que está muy metido en estos temas que el siguiente reto sería hacer un triatlón hacia atrás, y que si no lo hacía era un parguela. Pues bien, tengo que tragarme mis, palabras, porque ya está aquí el retro-running, la nueva panacea, el nuevo ejercicio supercompleto que deja a todos los demás en mantillas (hasta que a alguien se le ocurra que hacer maratones de rodillas mola más). Prepárense a ver a gente corriendo hacia atrás por sus avenidas y paseos marítimos, con su barrita energética y unos buenos retroviosores equipados con GPS y conversor de euro. 

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