jueves, 2 de julio de 2015

De los nuevos evangelios y sacerdocios

De un tiempo a esta parte el mundo se ha llenado de movimientos que reivindican cosas. La sensibilidad de las gentes va cuajando en distintas tendencias que hacen sus campañas para lograr derechos, modificar leyes y así lograr sus metas. Es algo deseable en democracia. Pero la cuestión es que a veces, tras el ideal pro algo, se esconde una furia anti que suele ser más virulenta y apasionada que la que muestran hacia lo que defienden. Tiendo a pensar que en realidad se trata de una coartada para sus linchamientos, y algo muy sintomático de lo que opera detrás: rabia, resentimiento e incapacidad. 

Comprendo que toda opción tiene su lado negativo y se enfrenta a otras opciones contrarias, pero subrayar la tuya a base de denigrar a las otras demuestra que en realidad eres endeble, que no tienes fuerza para imponerte a las demás y lo único que puedes hacer es señalarlas con el dedo y condenarlas. Y claro, luego, cuando toca administrar lo conseguido, o cuando se toca poder (porque en última instancia todo esto es cuestión de poder), se cometen torpezas y desaguisados esperpénticos. 

Si a ello le añadimos que además, muchos de estos colectivos, digamos "anti", se erigen en defensa de terceros o colectivos abstractos que no pueden defenderse o que quedan lejos de nuestro ámbito (léase animalistas, propalestinos, ciertos feminismos...), tenemos el perfecto cóctel que crea evangelizadores furibundos, predicadores de la dignidad y sacerdotes que braman contra el pecado original y condenan a las llamas del infierno a todo el que no comulga con ellos. No tienen religión como tal (es más, suelen tener en común una fobia anafiláctica hacia la religión), pero son iguales a los sacerdotes que tanto detestan (y posiblemente los detesten en la medida en que compiten por un mismo nicho) 

1 comentario:

PENSADORA dijo...

Dejando de lado mi acuerdo con la necesidad de manifestación y lucha.

Le doy toda la razón. Una vez me largué de un concierto de Ojos de Brujo, harta de escuchar las alabanzas de su cantante al feminismo, a los pobres, a los okupas, al buen rollito y a todo lo que se le ocurrió. Coño, que yo estaba ahí para oírla cantar y divertirme un rato ¡que pesadilla!.

En fin.