No entiendo las excesiva consideración que se tiene con algunos temas. Se teme demasiado la airada reacción de los "ofendidos", que con sus ofensas (que en el fondo son suyas, ya que son ellos los que se ofenden y tal vez deberían controlar mejor sus susceptibilidades) pretenden regular lo que podemos o no podemos decir o hacer. Porque, no nos engañemos, en cuanto cedemos a ellos estamos dándoles cancha y posibilitando la tiranía de alguien, que hoy se ofende por un chiste sobre un dios, y mañana se ofenderá por un peinado o una forma de vestir.
Sinceramente, si la libertad ha de ejercerse en un ámbito cortés, como un mero espacio de juego acotado desde fuera, no vale demasiado. Si algún valor tiene, es que viene desde dentro (al igual que muchos de sus límites), y que si uno evita la ofensa, lo haga porque así lo quiere, no por temor a la reacción del ofendido. Quien, por otra parte, tendría que hacer el ejercicio de adaptarse a dicha libertad y aguantarse un poco sus iras, ya que en el mismo ejercicio de la libertad está el que haya cosas de los demás que puedan no gustarte.
Como suele decirse para menospreciar a alguien que quiere molestarnos, no ofende quien quiere, sino quien puede. Pues ese pensamiento tendrían que hacer muchos.
1 comentario:
Podría entender este miedo-respeto si fuera algo generalizado, extendido a todos los temas y creencias. Pero no es así: hay temas en los que parece obligado significarse críticamente, pero en otros se ha interiorizado una autocensura muy peligrosa (por lo que dice usted de que el otro se acaba creciendo).
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