Por la vía de la represión, o por la de la expresión patológica, tengo la sensación de que el sexo está sobrevalorado. Parece que hay algo que no acaba de cuadrarnos con él, e intentamos bien reducirlo al mínimo, o bien, como efecto rebote, está por todas partes y si no participas de ese paroxismo eres un reprimido (en una suerte de represión inversa que te obliga a no frenarlo). Supongo que hay un término medio, pero es difícil encontrar el equilibrio cuando se trata de fuerzas irracionales por naturaleza desequilibrantes.
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