En el mundo sanitario abundan las anécdotas. Por un lado se trata de un mundo que todo el mundo conoce y de una u otra manera toca (¿quién no ha ido al médico, o ha estado en un hospital?), pero un mundo complejo y repleto de palabras difíciles a las que la gente que no está familiarizada con ellas puede acabar dando cualquier forma (como aquella vez que una señora anciana me habló de "las verticales" para referirse a las vértebras cervicales). Por otro, están las extrañas vicisitudes a las que la gente se ve sometida, y que llega al mundo sanitario bajo la forma de extraños casos (el más comentado de todos, por bizarro y morboso es el de "objetos extraños en cavidades corporales"...).
Pero déjenme que les cuente una anécdota que me narró una compañera el otro día, en la que un suicida fracasado, que se había tirado desde un primer piso (primer error) y se rompió unos cuantos huesos, fue trasladado a urgencias, donde llegó lamentándose, dolorido, repitiendo entre sollozos: "ay Dios mío, que me quería suicidar y casi me he matao".