Sigo a gente en Twitter que lanza sus emisiones de forma torrencial. De pronto, sueltan auténticos discursos en capítulos de unos 140 caracteres. Pero resulta que en la pantalla sale ordenado en orden descendente de lo más reciente a lo más antiguo. Así, si se lee de arriba abajo (que es como suelo leerlo yo, ya que a veces es difícil llegar al primer tweet de la serie), se crea un efecto extraño y curioso, el de ir leyendo a contracorriente, desde las conclusiones a las premisas. El autor y yo, el lector, nos cruzamos, él va en un sentido, y yo en el otro. Y lo gracioso es que en muchas ocasiones no se altera el mensaje, ya que a menudo los tweets funcionarían por sí solos sin el resto, aunque en el todo, tengan su sentido. Incluso se llega a poder prever los pasos previos aún no leídos. Hay algo arqueológico y casi misterioso en ello: lo ya acontecido pero aún por descubrir.
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