lunes, 23 de julio de 2012

Valorando el trabajo (o el funcionario del mes)

Voy a confesarlo: soy funcionario. Y desde esta posición se entera uno de muchas cosas, las suficientes para reconocer qué tanto por ciento de lo que se dice por ahí es cierto y qué es mentira (si es un simple tópico o algo malintencionado, habría que discutirlo). De un tiempo a esta parte se oye la matraca de la productividad, de evaluar el trabajo de los funcionarios, de aumentar el rendimiento, de incentivar a quién más y mejor trabaje. Si así quieren hacerlo (que no me parece mal, oiga), podrían empezar desde ya mismo y no hacerle la cama a determinados servicios que han levantado sus trabajadores (funcionarios, sí), arrancándolo casi desde cero, yendo a buscar apoyos en los despachos, currándoselo y echándole más horas de las que les han reconocido. Y ahora, cuando mejor funcionaba, van y quieren cerrarlo. Y no cerrándolo sin más (y lo tienen fácil, con la excusa del "no hay dinero"), sino endureciendo condiciones y haciendo que trabajar ahí sea imposible, con lo cual están logrando que la gente se vaya y quede desierto (claro, así nadie podrá culpar al digitado de turno, sino a los vagos funcionarios que no quieren rendir). 

Sí, hay que valorar y premiar a quien mas y mejor trabaja. Pero no esperen a elaborar planes estratégicos y comisiones de estudio del asunto. Simplemente, dejen de castigar a quien ha hecho bien su trabajo, desmotivando y provocando la abulia (porque esa es otra, ¿cuántos excelentes trabajadores, que entraron con empuje y ganas, al ver el panorama se han ido quemando?). Uno quiere pensar que la cosa ha de ir por ahí, aprovechando entusiasmos y empujes. Pero sospecho que al final, la cosa se torcerá (si es que no empieza viciada). 

Las buenas ideas, por sí solas, no bastan. Hay que saberlas (y querer) llevar a cabo.

2 comentarios:

PENSADORA dijo...

Efectivamente, no es más listo el que tiene una idea sino el que sabe cómo realizarla.

El Pez Martillo dijo...

Y al menos, que sepan valorarlo quienes lo han de valorar. Y por lo menos, que no prediquen una cosa que luego no cumplen ni de lejos.