Me encanta cuando el metro sale de los túneles a la luz exterior en los tramos aéreos. Aparece un paisaje, sale uno de la introspección a la que la oscuridad invita. Ese deslumbramiento tiene algo de epifánico. El mundo se presenta como de golpe. E igualmente de golpe se vuelve a la tiniebla, pero ahora ya es una tiniebla deslumbrada, repleta de imágenes brillantes en la retina. Tiniebla enriquecida.
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