martes, 4 de octubre de 2011

A lo grande

Inmersos en una sociedad en la que todo se convierte en escaparate y balconada, e influidos por la marea de historias en que andamos sumergidos (historias que cada vez tienden más al fuego de artificio, mucho ruido y pocas nueces), nos esforzamos en dar una imagen que destaque en medio del creciente marasmo. Así, tendemos a proyectar grandiosidad (aunque en el fondo no se trate más que, en el mejor de los casos, de pura mediocridad, y en el peor, de miserable miseria, eso sí, mediocridad y miseria a lo grande). Abundan los grandes gestos, las grandes palabras (entiéndase esta grandeza como tamaño, como la gran muralla que en realidad delimita un gran vacío), la espectacularidad, lo que me haga más interesante que el vecino. 

Y jugando a ser grandes se nos pasa la vida, sin acabar de ver que lo pequeño también tiene su lugar, y que en una vida cabe mucha más de lo pequeño que de lo grande. Además de que el detalle, la minucia, enriquece, aporta matices, y entretiene. 

Un plato puede ser muy abundante, pero lo que muchas veces lo hace sabroso es la especia.

2 comentarios:

Jarttita. dijo...

Estoy de acuerdo: no te ganan los grandes gestos, sino los pequeños, los que casi casi pasan desapercibidos.

Es la sal de la vida.

PENSADORA dijo...

Me sumo a nuestra Jart, plenamente de acuerdo contigo.

Nada como lo sencillo, lo pequeño... justo lo que cuesta ver, lo difícil de encontrar entre tanta magnicidad.