Es algo muy común el pensar que se debe un respeto y un reconocimiento a los antepasados. Muchos pueblos han tenido esto como uno de sus principios más sólidos. nosotros en buena medida también.
Casi de modo automático, tendemos a considerar el hecho de vivir como algo extraño, como una anomalía de incierto origen que nos mantiene ocupados y fascinados. Por eso, los que vivieron antes que nosotros tienen un cierto carácter pionero. Transitaron el tortuoso camino primero. Y nos ofrecieron algunas soluciones. Ellos tiraron las líneas que ahora nos sirven para orientarnos. No es moco de pavo, y por eso merecen todos los reconocimientos y homenajes.
Pero también cometieron errores. E injusticias. Y pasaron cosas que nos gustaría que no hubieran pasado. Puede que esté en nuestra mano reparar algunas de ellas (aunque nunca sería lo mismo). Otras no. La cuestión es si vale la pena estar peleando las guerras que ellos no pudieron, no supieron, o no quisieron ganar. Y ello sin perder ni un ápice de respeto. Simplemente, ellos hicieron sus luchas, las que creyeron que debían emprender y las que la historia les ofreció. Nosotros hemos de hacer las nuestras. Es posible que coincidan, que estemos en tesituras parecidas (aunque nunca son lo mismo), pero que tengamos que enrolarnos en batallas por el sólo hecho de que nuestros antepasados las libraron es, cuando menos, muy discutible.
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