Hay un cierto fetichismo en eso de visitar los lugares en los que personajes más o menos conocidos e importantes desarrollaron parte de sus vidas. Como si pisando el mismo suelo que pisaron, o contemplando las mismas vistas, fuera a pegársenos algo de su inspiración y genialidad. Y allí vamos, no sin ilusión, y hacemos fotos y recogemos folletos, rellenamos el hueco por un rato, autoconvenciéndonos de que con una pequeña tangencialidad respecto a vidas supuestamente interesantes hacemos de la nuestra algo más digno.
Pero en cuanto el entusiasmo se pasa, caes en la cuenta de que en realidad no has visto nada. Sí, se ha estado en el mismo lugar que X, pero en realidad no quedaba nada suyo allí. O bien la posible huella ya no existe, o se ha redibujado para que cuadre mejor con el relato y la imagen que nos hemos creado del personaje. Pura fantasmagoría.
Y sin embargo, seguimos buscando lugares que visitar, a veces con toda la intención, organizando viajes casi para ir a verlos, y otras por seguir la corriente (por ir a visitar lo que todo el mundo visita), no vaya a ser que la epifanía nos espere en la siguiente visita.
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