Existe entre buena parte de los sanitarios la tendencia a mirar mal a la gente que hace preguntas. En parte por paternalismo y en parte por soberbia, los pacientes y/o familiares que preguntan las cosas (sobre las medicaciones que se administran, las técnicas que realizamos, los aparatos...) resultan incómodos. Impera en ello una visión "chamánica" de la medicina, como si los encargados de tratar y cuidar a los enfermos fuéramos poseedores de un ancestral secreto que, por el bien de los pacientes, no deben saber. Es más, que es mejor que no sepan, pues así funcionan mejor nuestros rituales.
Ante esto, nos escudamos en la petulancia: "total, si no van a entender lo que les expliquemos". Y no nos damos cuenta de que en el fondo, lo que buscan al preguntar es controlar un poco la situación (en un hospital se está muy a merced del personal y en una situación de incertidumbre, y acallar la curiosidad y las dudas ayuda a minimizarla un poco). La clave está en ponernos a su altura e informar de un modo que puedan entendernos, comprendiendo que no estamos ante un colega (algo que muy a menudo se hace, se les suelta una parrafada muy técnica, demostrando lo mucho que sabemos, pero sin aclararles nada).
Ciertamente, hay quien se puede poner muy pesado con el tema de las preguntas, consultando cualquier pormenor. Y también ocurre que se les ocurren cuestiones en las que los profesionales nunca habíamos caído. Este es el peligro (e intuyo que la causa última de lo poco que nos gustan las preguntas), que al responder nos vean titubear, o que uno diga una cosa y otro diga otra distinta (porque a veces se tiende a preguntar lo mismo a varias personas), contribuyendo al aumento de la ansiedad. Pero eso son los riesgos que se corren al preguntar, porque como a veces digo: "si preguntas, corres el riesgo de que te respondan".
Ante esto, nos escudamos en la petulancia: "total, si no van a entender lo que les expliquemos". Y no nos damos cuenta de que en el fondo, lo que buscan al preguntar es controlar un poco la situación (en un hospital se está muy a merced del personal y en una situación de incertidumbre, y acallar la curiosidad y las dudas ayuda a minimizarla un poco). La clave está en ponernos a su altura e informar de un modo que puedan entendernos, comprendiendo que no estamos ante un colega (algo que muy a menudo se hace, se les suelta una parrafada muy técnica, demostrando lo mucho que sabemos, pero sin aclararles nada).
Ciertamente, hay quien se puede poner muy pesado con el tema de las preguntas, consultando cualquier pormenor. Y también ocurre que se les ocurren cuestiones en las que los profesionales nunca habíamos caído. Este es el peligro (e intuyo que la causa última de lo poco que nos gustan las preguntas), que al responder nos vean titubear, o que uno diga una cosa y otro diga otra distinta (porque a veces se tiende a preguntar lo mismo a varias personas), contribuyendo al aumento de la ansiedad. Pero eso son los riesgos que se corren al preguntar, porque como a veces digo: "si preguntas, corres el riesgo de que te respondan".
2 comentarios:
Manías que tenemos los pacientes... que en realidad somos bastante im-pacientes...
No, la manía es nuestra, que no sé porque tenemos esa visión tan cerrada de nuestro trabajo. Es lógico que quieras saberlo todo de tu estado, lo que no es lógico es que nosotros nos molestemos por ello.
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