martes, 7 de octubre de 2008

Vaciedad


Hay qué ver la facilidad con la que proclamamos consignas y condenamos a los demás, como si fuéramos los portadores de la verdad absoluta, cuando en realidad no somos más que unos insignificantes seres que, ante la inmensidad vacía nos agarramos al clavo ardiendo de nosotros mismos, frágiles tablas de salvación. Pretendemos ocultar toda nuestra nada bajo la alfombra de precarias verdades.

6 comentarios:

PENSADORA dijo...

JO! Mr. Pez, si que anda usted profundo útimamente... pero mola.

Yo ando acelerada, no estresada, pero acelerada y no tengo tiempo ni para conectarme, así que he aprovechado este ratito de café mañanero para leerte un poco.

Es cierto que quizá lo de la empatía no es algo muy extendido pero las verdades de cada cual son verdades en el momento en que las hacemos propias ¿no te parece?.

El Pez Martillo dijo...

Ya se nota ya que no se prodiga usted mucho por internet. Mientras sea una "aceleración" gozosa ya va bien, que uno se preocupa con facilidad...

PENSADORA dijo...

Gozosa precisamente, no, pero soportable.... mucho curro y mucha visita a la capi también por curro, mañana mismo otra vez... no me dá tiempo ni de ordenar mi casa... uuuffff!!!

El Pez Martillo dijo...

Bueno, hay cosas peores. Que se pase pronto y sea leve (joer, hoy estoy con este discurso con todo el mundo, que parecen estar agobiados).

Filoabpuerto dijo...

Bueno, las consignas quizá tengan una validez transitoria, pero hay verdades eternas ¿no crees? sólo que no podemos caer en el error de que la nuestra y particular es la absoluta.

Me gusta el "despeje" que has hecho de ¿las meninas?, un ejemplo más de las "poliédricas" caras que pueden presentar las "verdades"; ésta es otra de las muchas visiones que pudiera tener el famoso lienzo de Velázquez.

Un saludo, "pez martillo"

Merce

El Pez Martillo dijo...

Hola filoabpuerto (o Merce). Sí, hay verdades eternas (dos y dos son cuatro), pero me refería más bien a esa especie de fanatismo que exhiben algunos de los que están seguros de estar con la verdad en la mano (claro, eso ha de dar fuerzas para defenderlas).

La verdad (sea lo que sea) es misteriosa porque nos trasciende, así que sólo cabe humildad ante ella.