Aunque durante mucho tiempo sentí la vocación de lo sanitario (o así lo creía yo), eso hace tiempo que pasó. Mis pulsiones van por otro lado. Y he llegado a comprender que en mi deseo de dedicarme a esto de cuidar enfermos no hay nada de humanitario ni elevado, más bien al contrario. En mi profesión puedo satisfacer un cierto deseo de ver y tocar la sangre (y otros fluidos) y el dolor de los demás. Hay mucho que aprender en ello (no sólo yo, sino los pacientes mismos). Sólo habiendo estado en lo más profundo de la caverna podemos apreciar la luz solar.
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