Por suerte, mi historial médico es bastante escueto, y en él no hay nada digno de mención. Sin embargo, recuerdo algunos momentos "críticos", en los que, retrospectivamente, podría haber acabado bastante mal.
De niño la enfermedad se vive con una mezcla de fastidio y de alegría. Fastidio porque encontrarse mal nunca es agradable. Pero por otro lado, te ves liberado de obligaciones (colegio, deberes...) y todo el mundo te mima y te hace regalos. Eso por no hablar de las horas delante de la televisión, viendo cosas que normalmente no se pueden ver.
Con el tiempo la cosa cambia, y fue con la adolescencia cuando tuve mi primer momento apurado. Fue allá por tercero de BUP, cuando estaba con la pata tiesa por culpa del esguince de tobillo que me hice en clase de deporte jugando a rugby. Al cabo de un par de días, el pie se me empezó a poner morado (por el hematoma, evidentemente) y caí enfermo, con fiebres muy altas que no se me iban con ningún antipirético, lo cual me llevó a un estado de somnolencia perpetua durante un par de días. La fiebre no tenía nada que ver con el pie, fueron unas anginas fuertes, pero como tenía media pierna vendada, en casa en seguida pensamos que la fiebre me la provocaba el pie, que se me empezaba a gangrenar...
Otro de los momentos chungos fue ya pasados los veinte, también por unas fiebres persistentes e intensas. Me recuerdo tirado en el sofá, con 41º, viendo a Urdaci y Letizia en el telediario. Juro que por momentos los veía dobles y les oía eco. A pesar de ello, me levanté y fui a cenar, aunque no me sentó muy bien.
Las diarreas y transtornos digestivos son otro asunto. Me debilitan en exceso, hasta el punto de no ser capaz de dar más de cinco pasos sin amenazar desmayo. Por suerte, no soy muy dado a estas cosas (mi enfermedad más habitual son los gripazos), y hace ya varios años que no me pasa nada parecido (toquemos madera, que ahora mismo hay muchos problemas digestivos...).
El último episodio extraño de salud fue hace dos años, con una serie de mareos que se sucedieron durante unos meses y que me provocaban una fuerte ansiedad (¿o fue la ansiedad la que me causaba los mareos?). Me hicieron análisis y pruebas varias, pero todo salía aceptablemente bien. Incluso estuve una noche ingresado, en observación (y no vieron nada). Como soy algo hipocondríaco, me temía lo peor, y esperaba que en cada prueba me descubrieran algo. Nadie llegó a asegurarme qué era lo que tenía, aunque parece que todo quedó en algún problema de cervicales (eso me dijo el médico, por probabilidades).
No puedo quejarme, creo que tengo una buena salud, y aunque en esos momentos uno está fatal, lo cierto es que son pequeños trastornos que cualquiera puede padecer. Y viendo lo que hay por el mundo, debo estar contento de que por el momento siga en buen estado. Que dure.
6 comentarios:
Con lo aprensivo que es usted, querido amigo, y al final ve a resultar tener una salud de hierro. Otros no pueden decir lo mismo, ya sabe por quién estoy hablando.
shalom
PD: ¿se ha dado cuenta de que la ya célebre Crisis ya ha llegado a los blogs? Desde que se habla del tema, a usted y a mí nos escribe mucha menos gente, jejejej.
UUUFFFF!!! de mi historial médico ni hablemos. Mi historia médica en el hospital de huesca debe ocupar al menos dos estanterías... jajaja!
Pero aún así, tengo suerte de ser, en mi opinión, bastante fuerte para todo lo que me ha pasado y poco aprensiva también... paradójico ¿no?.
Horrach, no se queje tanto que tampoco está tan mal. Y a aprensivo no sé si usted me gana, jejejej.
Pens, apuesto a que hay gente con más historial clínico que tú. Yo mismo conozco a algunos que tienen su historia dividida en volúmenes (y no nos ni dos ni tres). De todos modos, lo importante es seguir adelante, y tú lo has hecho, parece, muy bien, así que enhorabuena. La buena salud se demuestra superando las enfermedades, y no manteniéndose alejado de ellas, así que ya ves, mi buena salud no está demostrada, la tuya sí.
Y sobre la aprensión, mucho mejor ir con cierta inconsciencia. El problema es que, siendo sanitario, uno siempre se plantea lo que puede implicar cualquier pequeño síntoma.
Saludos.
Y sí, la crisis ha llegado aquí, y no sólo a los comentarios, también a mi inspiración, que tengo que contar cualquier cosa para rellenar espacio.
Soy aprensivo, mucho, lo reconozco (en la Rotger, cuando estuve ingresado por lo de mi accidente de moto, las enfermeras me llamaban "figaflor"). Pero también es cierto que mis dolencias (bueno, algunas de ellas) no son imaginarias, jajajaj.
shalom
PD: sobre la inspiración... ¿es que le pagan para escribir una entrada diaria? Es que es normal que a la larga su inspiración flaquee ante una labor como esta.
Eso de llamar figaflor a los pacientes es muy común entre el personal sanitario. Claro que luego hay que vernos cuando pasamos al otro lado...
Y aunque las dolencias sean imaginarias, el que las imagina lo pasa mal, por lo que no conviene despreciarlas (si bien el ataque ha de ir en otra dirección).
Más que por la labor de escribir una entrada diaria, lo que hace flaquear mi inspiración es la vuelta al curro tras las vacaciones, que además ha sido un pelín estresante. Pero siempre acabo encontrando algo para poner, aunque sea insulso o no venga a cuento.
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