viernes, 16 de mayo de 2008

Concomitancias


A veces parece que el mundo se sincroniza, que todo te conduce en una dirección muy determinada. Esto plantea un problema a nuestra libertad, puesto que en estos momentos la posibilidad de que todo ya esté escrito es más posible que nunca. Pero a pesar de ello, se siente uno en armonía con todo lo que le rodea, porque parece que está todo embarcado en el mismo viaje, y la sensación es, cuanto menos, peculiar (en mi caso, cuando esto ocurre siento una serenidad a la que podría calificar, a falta de palabras mejore, de budista).

Se ha señalado en no pocas ocasiones que algunos descubrimientos e ideas han sido planteados al mismo tiempo por distintas personas en lugares muy alejados, como si esas ideas estuvieran en el ambiente y algunas personas especiales, receptivas, las pudieran captar y concretar para el resto del mundo.

Hace poco he vivido uno de estos momentos en los que parece que todo se pone en orden, en que uno piensa una cosa que cree original y estupenda, para tropezar al día siguiente, de forma muy casual, con que alguien antes que él ha dicho lo mismo (y mejor, por supuesto), como si la realidad entera estuviera conspirando para que, al final y de un modo u otro, acabe pensando eso mismo. Supongo que recordarán ustedes la entrada del pasado 5 de mayo, un breve aforismo en el que hablo del poder que para la vida y la salud tiene la enfermedad. En realidad se trata de una idea que llevo tiempo mascullando, pero que viví con intensidad el otro día en medio de la enfermedad y del cansancio que padecía por aquellos días. Quiero que esta idea forme parte de mi tesis doctoral, pero eso no es el asunto de hoy. Lo que quería relatar hoy, y lo que ha motivado todo el discurso anterior, es la lectura, ayer mismo, de esta entrada en el diario de Jünger (me tengo que reprimir mucho para no poner cada día algo de estos diarios) del 28 de marzo de 1940:

"La enfermedad es una pregunta dirigida a nuestra vitalidad; damos respuesta a ella intensificando los signos de vida, como son los humores, la temperatura de la sangre y la energía del espíritu; esta última se vuelve tropical cuando tenemos fiebre. También son importantes los esfuerzos laberínticos que realizamos durante nuestros sueños febriles; a tientas vamos abriéndonos así paso hacia los escondidos tesoros de la salud. Lo que en el fondo ocurre es una prueba a que es sometido todo el corazón"

Creo que no se puede decir de un modo más brillante y atinado.

4 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Johannes A. von Horrach dijo...

Bueno, el coment anterior era para la anterior entrada, que me he equivocado.

A ver, el tío Jünger, uno de los grandes. Ya decía yo que me sonaba de algo su reflexión del otro día, jejejej. Voy a mi ejemplar de Radiaciones (1) y me encuentro con que exactamente este fragmento que usted cita lo subrayé en su momento. Palabra por palabra.

¿Qué le parece de momento la lectura de Jünger? Ya verá cuando llegué a París, se va a poner las botas.

El Pez Martillo dijo...

Jünger, grande. Me encanta la sensibilidad que demuestra el tío. Eso de hablar con las gentes de los pueblos por los que su ejército va avanzando y preguntarles cómo están viviendo l aguerra me arece extraordinario. También me lo parece que hable con los prisioneros. Además está lo poliédrico de sus reflexiones, saltando de una cosa a otra sin que parezca caótico, incoherente o desfragmentado. Genial.

Tengo mucho subrayado, y me repito, he de reprimirme para no poner todos los días algo aquí.

Johannes A. von Horrach dijo...

Bueno, hay una cosa que hay que considerar en estos diarios de Jünger: que fueron reescritos después de la guerra. Y eso puede implicar alguna modificación para edulcorar su figura, ya sabe, para escapar a la condena de los vencedores. Jünger no era nazi, pero sí muy nacionalista y, como dice nuestro paisano JC Llop, habría que ver qué Jünger habría salido de la guerra si hubiera ganado Alemania.

Yo estoy acabando el segundo volumen de las Radiaciones. Dosifico mucho la lectura, porque me gusta prolongar en el tiempo el placer que me depara.

saludos