martes, 8 de enero de 2008
Terrores nocturnos
Trabajar por la noche puede llegar a ser muy incómodo. No por el sueño, que a altas horas de la madrugada puede ser difícil de combatir, sino porque por la noche todo se vuelve muy extraño, incluso nosotros. No es por casualidad que desde los tiempos más remotos se le ha tenido un miedo cerval a las horas nocturnas. Y es que de noche, los sentidos, tanto los externos como los internos se alteran. Algunas veces es para bien, y otras para mal. El hecho de que se la mayor parte de las celebraciones festivas tengan lugar de noche puede estar relacionado con ello, con la voluntad de aprovechar estas fluctuaciones. También algo así pasa con lo que se ha dado en llamar "salir de marcha". Se sale por la noche porque se cambia, porque no se es la misma persona que con la luz del sol se afana en cumplir sus responsabilidades. Y no sólo por la ligereza psicológica de saberse despojado de esos deberes y de estar con la gente con la que se supone que se está a gusto, sino por estos mismos cambios orgánicos que se producen.
Lo que ocurre es que no siempre se pasa bien, más allá de las circunstancias (una mala noche no siempre depende de nosotros). En mi caso, lo que me sucede algunas veces es que se apoderan de mi pensamientos y sentimientos sombríos (aparecen de la nada, sin que yo los busque), que hacen que se me agríe el carácter y me entre una agustia que ni marchándome a la cama (eso cuando puedo, porque si estoy en el curro no puedo irme) se me quita, y me impide conciliar el sueño e impregna todo el día (a veces días) siguiente.
Lo bueno que tiene es que se acaba pasando, y se compensa con otras noches en las que uno se lo pasa muy bien.
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2 comentarios:
Espero que ese comentario suprimido no fuera una apasionada declaración amorosa...
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