viernes, 23 de marzo de 2007
Las tres M de la enfermería I: Madres
Cuando empecé a estudiar enfermería, no recuerdo bien si fue el primer día (en cualquier caso, fue uno de los primeros días), una profesora nos lanzó una frase que no he podido olvidar, que ha marcado algunmos aspectos de mi desarrollo profesional y sobre la que he reflexionado en numerosas ocasiones. La sentencia venía a decir algo así como que hemos de borrar las tres M que han marcado la enfermería a lo largo de la historia: no somos madres de nadie, no somos monjas y no somos médicos. Con el fin de aclarar un poco las cosas y de aclararme a mi, he decidido pensar en voz alta lo que me plantea esta frase.
Vayamos por partes. No somos madres de nadie. No debemos de intentar sustituir los cuidados maternales. Supongo que la confusión viene de una cierta reminiscencia de nuestros días de infancia, cuando eran nuestras madres las que nos cuidaban cuando estábamos enfermos. De aquella época y de la abnegación y celo que las madres suelen mostrar a la hora de cuidar a los suyos nos queda la imagen de que nadie como una madre puede cuidar. Aunque en parte es cierto, no debemos dejarnos llevar por esta idea. En primer lugar porque lo que se supone que debe guiar vnuestra labor profesional es toda una serie de criterios más o menos científicos y basados en la evidencia entre los que no caben aspectos irracionales, sentimentales o intuitivos (que es lo que ocurre con los cuidados maternales, más movidos por un impulso instintivo que por el reconocimiento frío de las situaciones). Y en segundo lugar porque la emotividad y los aspectos sentimentales de una situación no deben de ser nuestra guía.
No estamos en el hospital para acariciar a la gente y decirle "pobrecito", y dejar caer una lagrimita en el momento dado. Nuestra labor es cuidar, y hacerlo de la forma más adecuada a las necesidades del individuo que acude a nosotros. Los abrazos los hemos de reservar a la gente a la que queremos, y normalmente a los pacientes (por llamarlo de alguna manera) no los queremos. Por supuesto que a veces lo que necesitan es precisamente eso, y un gesto de comprensión y de apoyo pueden ser muy útiles y bien valorados. Pero eso entra en otro plano más o menos ajeno a los cuidados. Del mismo modo en que un abrazo puede venir bien, también puede hacerlo una bronca (a modo de bofetada psíquica). Puesto que concibo los procesos de enfermedad como retos a la salud, muy a menudo lo mejor que se puede hacer es azuzar al enfermo para que intente saltar la enfermedad. Unos cuidados en exceso maternales pueden conducirlo a un estancamiento, a una especie de condescendencia con la situación, con lo cual poca gente sale reforzada en su salud, que se supone que debería de ser el objetivo último de todo el tinglado sanitario (lo cual, dominado como está por el paradigma anatómopatológico médico, es lo menos frecuente).
En cualquier caso, el actuar como si fuéramos madres de los demás, además de ser una mentira (nadie mejor que una madre puede actuar como tal, y sólo en el caso de sus hijos), supondría un sufrimiento que nos impediría llevar a cabo nuestro trabajo de forma eficiente (sólo hay que ver el grado de padecimiento que algunas madres son capaces de soportar). Y reconozco que algunas veces las emociones nos pueden y hay casos en los que es difícil no conmoverse (somos humanos, y hay situaciones en las que es difícil mantener la máscara de la profesionalidad y de la ciencia). Por eso es muy frecuente que se adopten barreras psicológicas para mantener una cierta distancia entre el enfermo y nosotros. Distancia que nos permita actuar mejor sobre él. Y la barrera más efectiva tiende a ser el humor negro, lleno de sarcasmo y algún toque cínico. Al menos entre nosotros, funciona. En parte porque despersonaliza al enfermo y porque hace que todo parezca más leve. Pero que no se me malinteprete, no es una falta de respeto, todo lo contrario, porque valoramos al paciente y queremos lo mejor para él, nos ponemos en una posición algo despiadada respecto a él. Porque no somos su madre, y para llorar ya están ellas.
Una vez, en mi hospital se anunciaron unas sesiones informativas bajo el título "Con humor se trabaja mejor". Se pusieron carteles anunciándolas por todo. Y alguien (juro que no fui yo), se acercó a algunos de esos carteles con un rotulador y perfeccionó la frase, completándola hasta un expresivo "Con humor negro se trabaja mejor". Hubo muchos que estuvimos de acuerdo con ello.
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