jueves, 18 de enero de 2007

Dimonis


Estamos en unas fechas en las que Mallorca se llena de demonios. No me refiero a amenzas, problemas, o personas poco recomendables. Hablo de demonios, esos personajes rebeldes que pueblan el infierno. Literalmente. Numerosos pueblos celebran el día 17 de Enero las fiestas de Sant Antoni Abad (superpuestas a las romanas consualias, en las que se bendecían los animales), y en ellas, tan o más importante que la presencia del santo es la del demonio (en mallorquín: dimoni, a partir de ahora me referiré a él así). Se supone que el diablo tentó al santo, y qué este pudo vencerlo. Es algo común en la vida de los santos. Y es común representar la lucha (en el fondo, es una lucha del Bien contra el Mal) mediante actos en los que un actor vestido de monje es rodeado y acosado por los dimonis, que cometen toda clase de actos para sacarlo de sus casillas y hacerle perder su santidad. No sólo pasa con Sant Antoni, hay otros santos que tienen celebraciones similares, como la santa mallorquina más venerada por estos lares, Santa Catalina Thomas (aquí la conocemos como La Beata, o en diminutivo, La beateta). Pero es por estas fechas frías, con muchas horas de oscuridad y poca tarea que hacer en el campo cuando los dimonis se extienden por buena parte de la geografía isleña, intentando que el santodeje de serlo y asustando a todo aquél que pueden. Mientras dura la revetla (literalmente: velada), que se ve acompañada de hogueras, música (la zambomba, ximbomba, es imprescindible), sobrassada, botifarrons (un embutido típico), espinagada (plato típico de Sa Pobla, una especie de empanada hecha con verduras y anguila), los dimonis campan a sus anchas y cometen sus diabluras.

Es muy curioso este personaje tan popular en la isla, cassi más que los santos que a ellos se enfrentan. En los días de fiesta se pueden ver auténticos ejércitos de dimonis, vestidos de rojo, con máscaras que resaltan sus rasgos feos y semianimales, sus cuernos, sus cencerros atados a la cintura y su inseparable tridente. Se trata de entidades traviesas (no se trata de representaciones de Satanás, y ni siquiera son malvados en sentido estricto), que se dedican a hacer la vida imposible y a asustar al personal por dónde van. Persiguen a los niños, que acaban persiguiéndolos a ellos, persiguen y levantan las faldas a las jovencitas, meten ruido. Es un importante elemento de trasgresión, tan fundamental para toda buena fiesta que se precie. Porque lejos de evocar el mal y el terror, el dimoni es un personaje casi cómico, rídiculo y que asusta más bien poco. Básicamente porque siempre acaba mal y sometido a los efectos de sus propias travesuras (algo parecido a lo que le ocurría al coyote con el correcaminos), y también porque lo tenemos muy presente en nuestra isla. Hay topónimos, fiestas, e incluso algún establecimiento que lo tienen como protagonista, incluso la mascota del RCD Mallorca es un dimoni, y claro, ya se sabe, el roce hace el cariño. Tanto que el dimoni llega a ser entrañable para nosotros.

Hay gente de fuera que siente extrañeza (incluso algo de miedo) por esta veneración demoníaca y pagana que tenemos los mallorquines. Y es que al parecer los dimonis son supervivencias de tiempos remotos que se han asimilado al cristianismo. Vendrían a ser algo así como duendes traviesos, asociados a la tierra, y que en el fondo poco tienen que ver con los infiernos del mundo cristiano. Tienen más parentesco con Dionisos que con Satanás. Hay diferentes categorías y tipologías dentro del mundo de los dimonis: el dimoni gros, el dimoni cucarell, el dimoni boiet, dimonions..., pero todos remiten a ese espíritu animal, trangresor, travieso y con mala leche que todos llevamos dentro.

En resumen, el dimoni es una figura ancestral, que conecta con nuestro sustrato más primitivo (más terreno y animal) y que se ve acompañado de todas las manifestaciones típicamente mediterráneas, como son fuego, música, comida y bebida. En resumen, una buena excusa para colmar los sentidos y embriagarse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para dimoni molón, el de Milton.

Por cierto, amigo Pez: en la Crítica de la razón cínica de Sloterdijk hay un capítulo titulado "El cinismo de la medicina" que igual te interesa para lo de la tesis... Si te apetece echarle un vistazo y no das con el libro, dímelo.

El Pez Martillo dijo...

Tendré en cuenta el apunte bibliográfico. Gracias.