En ocasiones, en estas fases de bloqueo/sequía/pereza, me entran ganas de, para dar un poco de vidilla al blog, escribir sobre los asuntos políticos que entretienen al personal. Pero en seguida se me pasa. La política es una actividad ebrutecida y embrutecedora. Al menos la política de escaños y estrados, con sus partidos, adhesiones, consignas y vetos. Ese camino mejor no transitarlo. Habrá quien acuda al lema según el cual todo es política. Y no lo niego, pero de ahí a que todo tenga que pasar por los partidos y sus cuitas hay un trecho bien gordo. Porque de eso viven, de intentar fagocitar la realidad toda, asaltando espacios que sí, son políticos, pero que deberían ir más allá de ellos. Se produce de este modo un empobrecimiento, una tala de matices, una jibarización del mundo. Una cerrazón y un imponerle esquemas, en devinitiva. Y creo que es mejor estar abiertos y receptivos a lo que hay ahí fuera, sin pretender encorsetarlo ni enconrsetarse. Sólo así, y en el juego, hay libertad.
En estos momentos se está celebrando un debate de investidura en el congreso de los diputados, pero no esperen que haga ningún comentario al respecto.
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