Cuando empecé el bachillerato (entonces era el BUP, a la edad a la que ahora hacen 3º de ESO), empezó un chaval que venía de otro instituto. El típico repetidor al que los padres cambian para ver si en un nuevo ambiente los estudios mejoran. Era un skinhead. Con una foto de Franco en la carpeta. ¿Y a qué no saben de quién se hizo íntimo amigo? Del punki de la clase. Del que nos endosaba a los Sex Pistols a las primeras de cambio, que emborronaba las mesas con el símbolo de la anarquía y se metía en todos los jaleos que podía. Su amistad duró hasta el COU, momento en que les perdí el contacto al irnos a la universidad. Ninguno de los dos dejó de ser lo que era, y eran inseparables.
Eran otros tiempos (más abiertos y libres) y éramos jóvenes (también más abiertos y libres). Todo era posible entonces. Y ambos llevaban las mismas botas.
4 comentarios:
Al fin y al cabo, lo extremos se atraen ¿no?
Efectivamente, me vienen a la memoria varias parejas con ideas políticas encontradas. Aunque claro, no deberíamos dejar que la política nos enfrente...
Fíjate que yo tuve una amiga "pepera" entera ella. Tampoco es que sea yo muy izquierdista, pero de derecha seguro que no.
Seguimos siendo amigas, pero con lo de los hijos y eso, perdimos comunicación, pero te digo que nos llevábamos fenomenal.
Es que sencillamente, deberíamos negarnos a que algo tan prosaico como la política nos distancie. Con lo bonito que es tener amigos hasta en el infierno!!!
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