Hacen falta puertos en los que recalar. Calmas chichas que aprovechar para descansar del fragor de la lucha contra la tormenta. Reponer fuerzas, descansar, reabastecerse. Incluso bajar un poco a tierra firme y dar algún paseo.
Sin embargo, ocurre que no llegan esos momentos en su kairós, y se encuentra uno en medio de la más absoluta quietud con las ganas de bregar en la tempestad. Viceversa, a veces se desata el temporal cuando menos ganas se tiene, obligándonos a mantener a flote el navío e impedir que la zozobra de las olas nos aboque al naufragio.
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