Contra todo pronóstico y a pesar de mis intentos por evitarlo, he cumplido los 40 recientemente. Siempre he tenido la intuición, a veces ominosa, a veces liberadora, de que voy a morir joven. Aunque el concepto de juventud se estira a conveniencia (siempre me ha sorprendido la gente mayor, al conocer de la muerte de algún septuagenario digan que "era joven"), empiezo a pensar que tal vez no acabe siendo así. El caso es que he atravesado la barrera de aquella famosa crisis (y puede que sin ser consciente, la esté manifestando, algo que deberían decir quienes me rodean, quizás), del momento en que la cuesta abajo se va a empezar a acentuar y la juventud va quedando atrás. Los cambios de década tienen algo de fronterizo, de entrar en nuevos territorios y abandonar otros. O a lo mejor es sólo nuestra pulsión de adornarlo todo con simbolismos.
Ciertamente, la vida y las costumbres han cambiado mucho y no es lo mismo un cuarentón ahora que un cuarentón hace un siglo o más. En muchos aspectos, me siento mejor que a los 30 (no sólo en cuestiones experienciales, sino también físicamente), y puedo decir con algo de orgullo que estoy mejor que otros de mi quinta, que ya empiezan a mostrarse algo cascados (algo que hay que tomar como un aviso para que ese orgullo no se dispare).
Así que bueno, ya llegados hasta aquí, que siga la fiesta, y que si definitivamente se puede decir que muero joven, no tendrán ustedes que leer las tonterías que tal vez se me podrían ocurrir en el momento de cumplir los 50 (si es que no muere el blog, que también puede ocurrir). En cualquier caso, les mantendré informados. O no.
PD: releo con sorpresa lo que escribí cuando cumplí los 30, una recopilación de hechos históricos, nacimientos y muertes ocurridos el día de mi llegada al mundo. Lo mejor, como ocurría en aquella época del blog, fueron los comentarios.
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