martes, 23 de enero de 2018

La lista de Bartali

Tal vez no les suene el nombre de Gino Bartali. A los que nos gusta el ciclismo sí. Ganador de dos Tours (1938 y 1948) y tres Giros (1936, 1937 y 1946), nueve veces campeón de la montaña entre ambas vueltas, así como vencedor en muchas etapas (sólo en el Tour de 1948 ganó siete) y clásicas. Además, fue pionero en el uso del cambio de marchas, algo sin lo que hoy en día el ciclismo es impensable (al menos el de ruta, ya que el de pista es otro cantar). Sin duda, es uno de los históricos del deporte del pedal, de esa época en la que los ciclistas se paraban en mitad de la etapa a tomarse un vinito o darse un chapuzón y se fumaban un pitillo al terminar la etapa. 

Sin embargo, lo traigo aquí por una historia más heroica aún que sus gestas deportivas. Desarrollando su carrera en los años 30 y 40, su vida, como la de todos en aquella época, tuvo un marcado tinte político. Mussolini se lo apropió como referente del ideal atlético al que todo italiano debía aspirar. Al ser un icono fascista contó con la animadversión de parte del público, que se decantaba por animar a su gran rival italiano Fausto Coppi, otro de los históricos del ciclismo, que se situaba en las antípodas políticas y religiosas de lo que el régimen le endosó a Bartali (que no estaba especialmente interesado en esas cuestiones). Y en esas llegó la II Guerra Mundial, obligando a parar las competiciones, que se reanudaron una vez terminada. Durante la contienda, Bartali no dejó de entrenar, y se le solía ver por las carreteras de la Toscana a cualquier hora del día. Pero lo que podía pasar por el entrenamiento de un campeón para no perder la forma durante la guerra a la espera de que se reanudaran las competiciones, era otra cosa. Porque en realidad se encargaba de transportar pasaportes falsos en el cuadro de su bicicleta y bajo el sillín. Pasaportes de judíos que estaban escondidos del destino que les aguardaba en los campos de concentración. Católico profundo (aunque no era sacerdote, estaba muy vinculado a los carmelitas), ayudaba de esta manera a la labor del agunos obispos y monasterios que ocultaban judíos en sus aposentos y les ayudaban a huir. Incluso ocultó a una familia en una propiedad suya. 800 personas (la mayoría niños) se salvaron gracias a Bartali, que se jugó su carrera (y la vida) por las carreteras toscanas, enfrentándose incluso con cualquiera que intentara frenarlo (con la excusa de que estaba entrenando y que la bicicleta era especial y estaba especialmente calibrada para él, no dejaba que nadie, ni admiradores ni soldados, le pararan en sus carreras). 

Si de por sí ya es una historia sorprendente, la sorpresa crece al saber que de esto no se supo nada mientras él vivía (o al menos él nunca lo contó, aunque sí había cierto runrún que él nunca quiso confirmar). Hizo lo que consideró que era lo correcto y no se vanaglorió de ello. Ningún reconocimiento tuvo en vida, y sólo después de haber muerto en 2000 se supo esta historia (pero no fue su familia quien la aireó, sino los hijos de otro ayudante de la red que ayudó a todas esas gentes). Finalmente, en 2013, el Yad Vashem (la institución que honra a las víctimas del Holocausto) le nombró "Justo entre las naciones". 

3 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Muy parecido su caso al del diplomático español Ángel Sanz Briz, el "ángel de Budapest", que al parecer ni a su familia contó que había librado de la muerte a miles de judíos húngaros. De hecho, su caso se ha hecho famoso con él muerto

PENSADORA dijo...

Estooo... me parece que se te ha quedado el final de la entrada un poco colgado, pero aún así, te digo que está muy bien escrita y muy bien contada la historia.

No sé por qué pero somos muchos los que nos interesamos con un extraño interés por la segunda guerra mundial. Supongo que en nuestra generación se debe a que fue algo que ocurrió muy cercano en el tiempo para nosotros y pudimos conocer o saber de personajes como Bartali mientras aún estaban vivos.

Que gente tan valiente y cuanto valor!! Bien hace nuestro Horrach en mencionar al Sr. Sanz, para mí un orgullo.

Sin embargo, conocer semejantes acciones me hace pensar en si alguno de nosotros seríamos capaces de hacer algo parecido si se diera el caso. Me temo que somos una generación poco heróica y bastante egoísta, dudo que tuviéramos el valor de arriesgarnos por nadie.

En fin.

¡que lo pases bien, que sé que estás de viaje!

Salud!

El Pez Martillo dijo...

Ese interés por aquella época es bastante común, creo que porque es algo de tal magnitud que es difícil de calibrar, y nos acercamos a ello intentando encontrar alguna explicación a tamaño despropósito.

Por lo demás, nuestra época es bastante acomodada e inercial, por eso no creemos ser capaces de llevar a cabo actos de esta dimensión. Sin embargo, estoy seguro de que si nos viéramos en una tesitura así, tal vez lo haríamos. En este tipo de adversidades sale a relucir lo mejor y lo peor.

PD: te sienta bien el cambio de foto de perfil, se te ve muy "pensadora".

Saludos.