Hay canciones que forman parte de nuestro ambiente, que tenemos tan naturalizadas como el aire que respiramos. Me refiero a esos clásicos que todo el mundo se sabe, que ilustran épocas o momentos de la historia colectiva, que se quedan a fuego en la memoria emocional de más de una generación. A estos temas los tenemos tan interiorizados que no les prestamos la debida atención, son como ese ruido del tráfico que se cuela por la ventana, que está ahí pero que no oímos en su verdadera dimensión.
Por eso conviene de tanto en tanto detenernos en ellas, prestarles atención y ser plenamente conscientes de lo que en realidad son. Ayer me ocurrió con una, que la escuché como nunca la había escuchado, y creció. Mucho.
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