lunes, 3 de agosto de 2015

Estuporosos

El otro día un hombre mató a su ex en una pequeña localidad mallorquina. De nuevo la ceremonia de siempre: golpes en el pecho y minutos de silencio. Otra vez la hoguera de las vanidades de autoridades y asociaciones varias que han de mostrar lo concienciados que están y lo mucho que les duele el problema. 

Pero tranquilos que no quiero endosar una reflexión sesuda sobre el asunto. Tan sólo destacar dos reacciones al respecto que he visto en las medios, las cuales inciden en otra dirección. Por un lado, está la de un vecino del pueblo en el que han ocurrido los hechos, que mostraba su incredulidad con lo sucedido porque, "aquí no hay gente violenta". Es muy típico entre los mallorquines de pura cepa (en realidad es humano, demasiado humano, pero en Mallorca se da de forma muy acusada): lo malo es cosa de los de fuera, nosotros somos un remanso de paz, la isla de la calma, enturbiada por todos los que vienen a perturbarnos y a contaminarnos. Podría haber sucedido que el asesino y la asesinada fueran foráneos, y así las conciencias estarían tranquilas. Pero no, eran ben mallorquins, nacidos en esa misma localidad. Con lo que resulta que sí que había algún violento. 

La otra reacción vino de una consellera del nuevo govern, que también manifestaba su estupor por el hecho de que alguien "nacido en democracia y educado en los valores democráticos" pudiera hacer eso. Como si la educación (el paso por un colegio) bastara, como si la democracia fuera una panacea que con sólo invocarla resolviera todos los males del mundo. Y como si los gobiernos fueran capaces con una ley y un par de reformas de alterar dinámicas de siglos (o milenios).

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