La modernidad se caracteriza por un cierto pathos de apertura. Aspira a no cerrarse sobre sí misma y mantenerse abierta. Ello conlleva dificultades, ya que el impulso de cierre es inherente a lo humano, y hace falta una actitud continuamente vigilante para mantenerse abiertos. De ello surge la zozobra, en el permanecer abierto se cuelan las contradicciones, se han de asumir hechos peligrosos, y una especie de amenaza constante, de peligro acechante nos rodea siempre. Ante ello, hay el riesgo de acogerse a seguridades varias: religiones, identidades, ideologías..., tablas de salvación que tendemos a tomarnos demasiado en serio, abandonando el quehacer de la época, que es la de mantenernos abiertos, porque sólo zarandeándonos con las olas, manteniendo el equilibrio, podemos evitar que nos vuelquen.
Hasta el momento, todo es mar. Las orillas están en nosotros, no ahí fuera. lo único sólido es el fondo, pero no es nuestro sitio. Los abismos son muerte para nosotros, aunque nos sustenten en definitiva y den cobijo a nuestros naufragios. Sólo pequeñas, minúsculas zambullidas. Y es perentorio volver a tomar aire.
2 comentarios:
Como dice Melville en 'Moby dick', la verdad pertemece al mar, a la dimensión líquida:
"Sólo en estar lejos de tierra reside la más alta verdad, sin orilla, sin fin (...). Más vale perecer en ese aullar infinito que ser lanzado sin gloria a sotavento, aunque ello sea salvación".
"¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte?" Nietzsche. Así habló Zaratustra.
Desde los orígenes de nuestra cultura ya barruntamos el tema. ¿No se tiró Ulises años vagando por el mar en busca de su patria, recalando en orillas hostiles?. La diferencia es que entonces todavía cabía la posibilidad de acabar llegando a la tierra amiga. Hoy, ya no lo tenemos tan claro.
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