Lo grave, lo más grave de todo, es que poco a poco vamos haciendo pequeñas concesiones, y acabamos tomando por normales cosas que deberían, cuando menos, ponernos en guardia. Y así, escalón a escalón, muy lentamente a veces, y otras con celeridad, haciendo que no nos acordemos de haber estado en alturas mayores, sobrepasados por la avalancha, vamos descendiendo a las criptas. Creyendo que las bóvedas grises y húmedas son el cielo, mientras los ingenieros del abismo cavan para nosotros nuevos sótanos en los que confinarnos.
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