No conseguí morir, y casi ni lo intenté. Ya ni sé si era lo que quería, ni qué anhelo intenté colmar. Sólo sé que me vi en el remolino, hundiéndome, cayendo cada vez más bajo. Pero creía volar.
Puede que en algún momento pensara que el golpe contra el frío suelo sería liberador. Ahora comprendo que tan sólo fue el primer eslabón de una nueva cadena, el pistoletazo de un nuevo deseo que todavía no conozco ni siento.
Debería caminar. Pero, ¿cómo se daban los pasos?
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